martes, 4 de febrero de 2014

      
             
      

En un reino muy lejano vivía un rey miserable en muy plácida existencia, pues estaba muy tranquilo sabiendo que, a pesar de que ninguno de sus súbditos le tenía en alta estima, jamás se plantearían la conveniencia de echarlo por muy haragán que éste fuese ni por más desfachateces que cometiera su desvergonzada descendencia, puesto que la plebe se hallaba permanentemente sedada por dos poderosas drogas:
La primera se llamaba Televisión, y tenía el poder de aletargar al pueblo, que caía en masa aturdido, incapaz de pensar ni de ver otra realidad que la que esa destructiva droga les hacía ver.
La segunda y más poderosa era el Fútbol, una eficaz anestesia que los malvados gobernantes suministraban a sus ciudadanos cuando querían hacer algo realmente perverso, ya que bajo sus efectos el pueblo perdía toda capacidad de percepción o reacción, quedando completamente lobotomizados e impedidos.
De vez en cuando, en muy raras ocasiones, algunos valientes conseguían liberarse del tóxico suministro, logrando por fin ver la triste realidad de aquel país infernal, y horrorizados ante tanta atrocidad y aberración, salían a la calle a reclamar una sociedad más justa, pero rápidamente eran aplacados por los feroces perros del gobierno, unos grotescos híbridos con cuerpo de humano y cerebro canino a los que equipaban con brutales instrumentos de tortura, y que estaban adiestrados para defender con su propia vida al amo.
Cuando esto sucedía, las víctimas sobrevivientes que conseguían salir de las siniestras mazmorras trataban de explicar a los demás lo que había sudedido, contándoles a gritos la realidad del país en un intento desesperado de que su entorno comprendiera la gravedad de la injusta situación a la que estaban siendo sometidos, pero por toda respuesta obtenían siempre: "GOL!!!".



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